Llorar...
Llorar de emoción al sentirte completo, llorar por
querer participar en el cambio y sentir que estás atrapado en una jaula de
irrealidad, buscar la forma de poder huir, pero no conseguir ver nada a tu
alrededor, porque la prisión en la que te encuentras está hecha de barrotes de
cristal y camuflada bajo una irrealidad que te hace pensar que no hay nada más
allá, llorar por asumir que no vas a
poder escapar jamás. Llorar de
soledad, llorar de rabia e incomprensión. Pero de repente, emocionarte al
pensar que hay personas que te quieren ayudar, que piensan como tú y sentir que
no estás solo en ese camino. Llorar por no saber expresar las palabras de
gratitud que se merecen toda esa gente
que te encuentras en cualquier lugar y que como tú quieren construir un mundo
mejor, en el cual no existan injusticias, un mundo de libertad, donde cada
persona se pueda expresar y se les den la opción de ser, sin juzgar, sin opinar,
sin mirar mal. Gente que simplemente escuche, entienda y empatice. Luchar
contra las personas grises que ahogan tus sueños de esperanza y arremeter
fuerte muy fuerte contra las opiniones contrariadas y vacías de un universo
cuadriculado, que nos implantado y en el que nos obligan a vivir, con la cabeza
agachada.
Llorar por querer
pintar de libertad el suelo que pisas, y que otras personas intenten borrar el
dibujo de esperanza que tanto te costó crear, tapándolo con colores de amargura y conformismo , que hacen
que te pierdas en ti mismo, obligándote
a sentir que no hay más opción a la sumisión.
Llorar al sentir que
por fin entiendes lo que es la felicidad.
Llorar.
Llorar no es malo,
solo es otra de expresarse.
Llorar...